Publicado el mayo 15, 2024

La biotecnología agrícola no es un futuro lejano ni se limita a los transgénicos; es una caja de herramientas de precisión disponible hoy para aumentar su rentabilidad.

  • La edición genética (CRISPR) no es transgenia: permite mejoras precisas y rápidas en sus cultivos, con un marco regulatorio europeo a punto de cambiar drásticamente a su favor.
  • Los bioestimulantes actúan como ‘probióticos’ para sus cultivos, mejorando la salud del suelo y la resistencia al estrés con soluciones específicas para cada necesidad de la agricultura española.

Recomendación: Evalúe cada tecnología no como una solución mágica, sino como una inversión estratégica para resolver problemas concretos y mejorar la rentabilidad de su explotación.

Para el agricultor español, el término «biotecnología» a menudo evoca un debate lejano y polarizado, dominado por la controversia de los organismos modificados genéticamente (OMG) de hace dos décadas. Se oye hablar de CRISPR, de bioestimulantes, de nuevas variedades que prometen revolucionar el campo, pero todo se mezcla en una neblina de promesas de marketing, miedos infundados y jerga científica incomprensible. La pregunta fundamental sigue en el aire: de todo esto, ¿qué es humo y qué es una oportunidad real y tangible para mi explotación hoy?

El error común es ver la biotecnología como un bloque monolítico y amenazante. La realidad es mucho más matizada y, francamente, más útil. Imagine que en lugar de un interruptor de «sí» o «no» a la tecnología, usted tuviera una caja de herramientas de precisión. Cada herramienta —la edición genética, los microorganismos beneficiosos, la mejora acelerada— tiene un propósito específico, un coste, un beneficio y un manual de uso. El objetivo ya no es ser «pro» o «anti» biotecnología, sino convertirse en un profesional que sabe qué herramienta usar para cada problema concreto: mejorar la resistencia a la sequía en sus olivos, reducir el uso de fungicidas en su viñedo o aumentar la asimilación de nutrientes en sus hortícolas.

Este artículo no es una defensa ideológica, sino un manual de operaciones. Como catedrático de genética, mi propósito es separar la ciencia de la opinión y ofrecerle una visión clara y equilibrada. Analizaremos las principales herramientas biotecnológicas disponibles, no desde la perspectiva de lo que podrían hacer en un futuro hipotético, sino de lo que ya están haciendo y cómo puede usted, como agricultor del siglo XXI, evaluarlas para tomar decisiones informadas que impulsen la rentabilidad y sostenibilidad de su trabajo.

A lo largo de esta guía, desglosaremos cada una de estas tecnologías de forma clara y directa. Abordaremos desde la revolucionaria edición genética hasta las estrategias para comunicar estos avances sin generar rechazo, proporcionando un mapa completo para navegar este nuevo paisaje agrícola.

CRISPR no es transgénico: la guía para entender la revolución de la edición genética y lo que significará para la agricultura europea

Es fundamental empezar por aclarar el malentendido más extendido: la edición genética con tecnologías como CRISPR-Cas9 no es lo mismo que la transgénesis. Mientras que la transgénesis (la tecnología de los OMG clásicos) introduce un gen de una especie completamente distinta en una planta, la edición genética funciona como un corrector de textos de alta precisión. No añade nada ajeno; simplemente «edita» o corrige letras específicas del propio ADN de la planta para potenciar una característica ya existente, como mejorar la resistencia a una enfermedad o prolongar la vida útil de un fruto. La distinción es crucial, ya que el resultado es una planta que podría haberse obtenido mediante cruces tradicionales, pero en una fracción del tiempo.

Esta diferencia es tan relevante que la propia Unión Europea está reevaluando su postura. De hecho, el Parlamento Europeo aprobó en febrero de 2024 una propuesta para crear un marco regulatorio más flexible para estas Nuevas Técnicas Genómicas (NGT). Esto podría abrir la puerta a una nueva generación de cultivos mejor adaptados a las condiciones españolas, sin los obstáculos regulatorios de los transgénicos.

Para el agricultor, esto se traduce en una perspectiva tangible de acceder a variedades más eficientes en plazos mucho más cortos. El siguiente cuadro comparativo, basado en la propuesta de regulación española y europea, clarifica las diferencias fundamentales entre las tecnologías.

Comparación entre Transgénesis y Nuevas Técnicas Genómicas (NGT)
Tecnología Tiempo desarrollo Estatus regulatorio España/UE Tipo de modificación
Transgénesis 10-15 años Regulación estricta (Directiva 2001/18) Inserción genes externos
NGT1 (CRISPR simple) 5-7 años Propuesta simplificación 2024 Edición sin genes externos
NGT2 (CRISPR complejo) 7-10 años Evaluación caso por caso Modificaciones múltiples

Estudio de caso: Centros españoles pioneros en CRISPR agrícola

España ya está en la vanguardia de esta revolución. Centros de excelencia como el IBMCP (CSIC-UPV) en Valencia lideran investigaciones para obtener, mediante CRISPR, tomates sin semillas o mejor adaptados a la sequía. La colaboración con científicos de la talla de Francis Mojica de la Universidad de Alicante, codescubridor del sistema CRISPR, es fundamental para adaptar esta tecnología a cultivos mediterráneos de alto valor, demostrando el potencial práctico y cercano de esta innovación.

Entender esta distinción es el primer paso para evaluar con criterio las oportunidades que se abren, dejando atrás debates obsoletos y enfocándose en el potencial real para la agricultura española.

El ‘yogur’ para tus plantas: cómo los bioestimulantes a base de microorganismos y algas mejoran la salud de tu suelo y tus cultivos

Si la edición genética es la cirugía de precisión del futuro, los bioestimulantes son la medicina preventiva que ya está transformando la gestión del suelo hoy. La analogía más sencilla es pensar en ellos como un «yogur probiótico» para sus cultivos. No son fertilizantes ni pesticidas, sino productos que contienen sustancias y microorganismos que mejoran la fisiología de la planta, su eficiencia en la absorción de nutrientes, su tolerancia al estrés y la salud general del suelo. Su función no es nutrir directamente, sino ayudar a la planta a nutrirse mejor y a defenderse por sí misma.

En España, donde el estrés hídrico y la salinidad son problemas endémicos, los bioestimulantes son una herramienta estratégica. Hablamos de una gama diversa de productos: desde extractos de algas como Ascophyllum nodosum que ayudan a mitigar el estrés salino, hasta hongos micorrízicos que extienden el sistema radicular de la planta para captar más agua y fósforo. También se incluyen consorcios bacterianos que fijan nitrógeno atmosférico o solubilizan nutrientes bloqueados en el suelo. El propio Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA) ha impulsado su uso, subvencionando proyectos con microalgas para cultivos como el tomate y el trigo, reconociendo su valor para una agricultura más rentable y sostenible.

Vista macro de raíces vegetales colonizadas por microorganismos beneficiosos y micorrizas

Como se puede apreciar en la imagen, esta simbiosis entre raíces y microorganismos beneficiosos no es abstracta, sino una realidad biológica que crea un ecosistema subterráneo más resiliente y eficiente. Sin embargo, no existe una solución única. La clave del éxito es elegir el bioestimulante adecuado para el problema específico de su suelo y cultivo, convirtiéndose en un gestor de la biología de su terreno.

Plan de acción: Guía de selección de bioestimulantes por tipo de suelo en España

  1. Suelos calizos (déficit de Fósforo): Priorice productos con hongos micorrízicos arbusculares (HMA), que actúan como extensiones de las raíces para solubilizar y absorber el fósforo bloqueado en el suelo.
  2. Estrés salino (hortícolas del Levante): Realice aplicaciones foliares de extractos del alga Ascophyllum nodosum. Estos contienen osmolitos como el manitol que ayudan a la planta a regular su balance hídrico frente a la alta salinidad.
  3. Suelos arcillosos y compactados: Aplique ácidos húmicos y fúlvicos a través del fertirriego. Estos mejoran la estructura del suelo, creando agregados más estables que favorecen la aireación y la penetración de las raíces.
  4. Activación microbiana post-solarización: Tras una desinfección, inocule consorcios de bacterias beneficiosas (PGPR) para recolonizar rápidamente el suelo con vida microbiana positiva que compita contra patógenos.
  5. Recuperación tras estrés (helada, trasplante): Utilice hidrolizados de proteínas ricos en péptidos de bajo peso molecular. Estos son rápidamente asimilados por la planta y actúan como señalizadores para activar sus mecanismos de defensa y recuperación.

Adoptar bioestimulantes es pasar de una agricultura de «reacción» a una de «prevención», donde se fortalece el sistema desde la base para hacerlo más robusto y productivo.

Crear una nueva variedad en 5 años en lugar de 15:El manual del ‘químico’ inteligente: cómo usar los insumos para maximizar la rentabilidad, no la dependencia

La combinación de la mejora genética acelerada y el uso inteligente de insumos biotecnológicos redefine la relación del agricultor con la química agrícola. El objetivo ya no es la dependencia de un calendario de tratamientos, sino el uso de estas herramientas para maximizar la rentabilidad del cultivo. La capacidad de desarrollar variedades adaptadas en 5-7 años en lugar de los 15-20 años de la mejora tradicional es un cambio de paradigma, especialmente para un país como España, altamente expuesto a los vaivenes del cambio climático.

Estudio de caso: España, beneficiaria directa de las NGT para la adaptación climática

La propuesta europea para flexibilizar las Nuevas Técnicas Genómicas (NGT) es una oportunidad estratégica para España. Al ser uno de los países más afectados por sequías y nuevas plagas, la capacidad de reducir a la mitad el tiempo de desarrollo de variedades resistentes es vital. Esto permite a los obtentores y agricultores responder de forma ágil a desafíos como el estrés hídrico en el olivar andaluz o la aparición de nuevas razas de hongos en el viñedo de La Rioja, en lugar de esperar más de una década por una solución genética.

Este nuevo escenario tecnológico, sin embargo, choca a menudo con la percepción pública y las trabas regulatorias del pasado. La experiencia europea con los transgénicos en los años 90 sirve de advertencia. La decisión de cerrar la puerta a esa tecnología supuso una pérdida de competitividad para los agricultores europeos, que veían cómo se importaban productos basados en variedades que ellos tenían prohibido sembrar.

La voz de los obtentores vegetales, quienes desarrollan estas nuevas variedades, es clara al respecto. Como señala Elena Sáenz, directora de la Asociación Nacional de Obtentores Vegetales (ANOVE), la disyuntiva es crucial para la soberanía alimentaria de Europa.

Es eso o nos quedamos descolgados y nos condenamos a importar la comida. En los 90, Europa decidió no utilizar los transgénicos y nos ha supuesto un desastre. A nuestros agricultores se les quedó cara de tontos cuando vieron que variedades que no podían sembrar se estaban importando.

– Elena Sáenz, Directora de ANOVE

Adoptar un enfoque inteligente implica, por tanto, no solo elegir las variedades más avanzadas, sino también abogar por un marco que permita a la agricultura española competir en igualdad de condiciones, utilizando la ciencia validada para garantizar la producción de alimentos de forma sostenible y rentable.

Tu campo como biofactoría: la oportunidad de la agricultura molecular para producir proteínas o fármacos en lugar de alimentos

Más allá de mejorar los cultivos alimentarios, la biotecnología abre una puerta fascinante: la «agricultura molecular» o «molecular pharming». Este concepto transforma las plantas en biofactorías vivas, capaces de producir sustancias de alto valor añadido como proteínas recombinantes, anticuerpos, vacunas o enzimas industriales. En lugar de cosechar toneladas de grano, el agricultor podría estar cosechando kilogramos de un compuesto farmacéutico valorado en miles de euros. Aunque suene a ciencia ficción, es una línea de investigación muy activa y con un enorme potencial para diversificar los ingresos del sector agrario.

Imaginemos plantas de tabaco modificadas para producir anticuerpos contra ciertos tipos de cáncer, o plantas de azafrán que sintetizan ingredientes para cosméticos de lujo. Esto no solo genera un producto de altísimo valor, sino que lo hace de una manera potencialmente más segura y económica que los biorreactores industriales tradicionales. Para el agricultor, supone una oportunidad de pasar de ser un productor de commodities a un proveedor de la industria farmacéutica o biotecnológica, con contratos a largo plazo y una menor dependencia de la volatilidad de los precios de los alimentos.

Esta visión ya tiene ejemplos concretos en España. Empresas pioneras están utilizando la biotecnología no solo para mejorar la agricultura tradicional, sino para crear nuevos modelos de negocio basados en la economía circular y la producción de bioproductos.

Estudio de caso: Biorizon Biotech, la biofactoría de microalgas en Almería

Biorizon Biotech, una multinacional biotecnológica con origen en Almería, es un ejemplo de este nuevo paradigma. Son pioneros mundiales en el desarrollo de bioestimulantes y bioplaguicidas a partir de microalgas. Su modelo va más allá: han creado un sistema de economía circular donde capturan CO2 para cultivar biomasa de microalgas, que luego transforman en productos de alto valor para la agricultura. Este proceso convierte un problema (las emisiones de CO2) en una materia prima para una biofactoría sostenible.

Este enfoque innovador contribuye a la robustez del sector agroalimentario español, que ya demuestra una notable fortaleza. De hecho, el superávit agroalimentario español alcanzó el 1,1% del PIB en el primer semestre de 2024, según datos de CaixaBank Research. La agricultura molecular podría ser el siguiente paso para consolidar y expandir este liderazgo, añadiendo una nueva capa de valor y sofisticación tecnológica al campo español.

¿Por qué la gente le tiene miedo al ‘progreso’ en el campo? Claves para comunicar la biotecnología agraria sin generar rechazo

Una de las mayores barreras para la adopción de nuevas tecnologías en la agricultura no es técnica, sino social. La desconfianza y el miedo del consumidor, a menudo alimentados por la desinformación, pueden frenar la innovación más prometedora. Como agricultor, usted está en la primera línea de este debate. Por ello, saber comunicar qué hace y por qué lo hace es tan importante como elegir la semilla correcta. La clave no es dar lecciones de ciencia, sino construir puentes de confianza a través de un lenguaje claro y analogías sencillas.

El primer paso es abandonar la jerga técnica. En lugar de hablar de «introgresión de genes de resistencia mediante CRISPR-Cas9», se puede usar una analogía mucho más potente y veraz: «es como si usáramos un corrector ortográfico para arreglar una pequeña errata en el libro de recetas de la planta, para que pueda defenderse mejor de una enfermedad, sin añadir ingredientes de otro plato». Esta simple frase diferencia la edición genética de la transgénesis y elimina la imagen de «Frankenfood» que tanto daño ha hecho.

Agricultor y científica conversando en campo de cultivo experimental con tecnología visible al fondo

El diálogo, como el que se muestra en la imagen entre un agricultor y una científica, es fundamental. La transparencia y la cercanía son las mejores herramientas contra el miedo. Se trata de conectar la innovación con valores que el consumidor entiende y comparte: producir alimentos más sanos, usar menos pesticidas, ahorrar agua o garantizar la viabilidad de la agricultura familiar. La biotecnología no es el fin, sino un medio para lograr esos objetivos compartidos.

Para facilitar esta comunicación, aquí tiene un pequeño kit de argumentos adaptados a diferentes interlocutores, que puede usar para explicar estas tecnologías de forma efectiva:

  • Para consumidores en un mercado: «Usamos probióticos, como el yogur para la salud digestiva, pero para la tierra. Así nuestras plantas están más fuertes y necesitan menos tratamientos químicos». (Refiriéndose a los bioestimulantes).
  • Para otros agricultores escépticos: «Con la edición genética, los obtentores pueden darnos una variedad resistente a la sequía en 5 años en vez de 15. Es la misma mejora de siempre, pero a la velocidad que nos exige el clima ahora».
  • Para un periodista o político local: «Esto no es meter un gen de pez en un tomate. Es editar los propios genes del tomate para que resista mejor las plagas locales. Nos permite reducir el uso de fitosanitarios hasta un 30%, alineándonos con los objetivos de la PAC y la estrategia ‘De la Granja a la Mesa'».
  • En una reunión de cooperativa: «Integrar estas nuevas variedades resistentes en nuestros protocolos de Producción Integrada nos permite unir lo mejor de dos mundos: la innovación tecnológica y el compromiso con una agricultura sostenible y de calidad».

La comunicación honesta y sencilla no es una tarea secundaria; es una parte integral del trabajo del agricultor innovador del siglo XXI. Es la labor de traducir el progreso del laboratorio al lenguaje del campo y de la mesa.

Resistencia vertical vs. horizontal: por qué algunas variedades ‘milagrosas’ dejan de ser resistentes en pocos años

Elegir una variedad «resistente» no es suficiente. El agricultor experimentado sabe que algunas de estas variedades, anunciadas como milagrosas, pierden su eficacia en pocas campañas. La razón de este fracaso a menudo reside en el tipo de resistencia genética que poseen. Es crucial entender la diferencia entre resistencia vertical (o monogénica) y resistencia horizontal (o poligénica). Es la diferencia entre construir un muro muy alto pero delgado y construir una serie de defensas escalonadas.

La resistencia vertical se basa en un solo gen. Es como una cerradura y una llave: el gen de la planta bloquea perfectamente un ataque específico del patógeno. El problema es que los patógenos, como los hongos o los virus, mutan rápidamente. En cuanto el patógeno cambia la «llave», el muro se vuelve inútil. Por eso, estas resistencias suelen ser muy potentes al principio, pero su durabilidad es corta, a menudo de solo 3 a 5 años. Fue el caso de muchas de las primeras variedades de vid resistentes al mildiu.

Por otro lado, la resistencia horizontal se basa en la acción combinada de múltiples genes. Cada gen aporta una pequeña barrera defensiva. Para el patógeno, superar esta resistencia es como intentar atravesar una carrera de obstáculos: puede que supere el primero, pero el segundo lo frena, y el tercero lo debilita. Este tipo de resistencia no suele ser total (la planta puede mostrar algunos síntomas leves), pero es mucho más duradera y estable, pudiendo mantenerse efectiva durante 10, 15 años o más. Las nuevas variedades que desarrollan centros como el ICVV (Instituto de Ciencias de la Vid y del Vino) apuestan por esta estrategia para lograr una protección a largo plazo.

El siguiente cuadro resume las diferencias clave para ayudar en la toma de decisiones al seleccionar una nueva variedad, especialmente en un contexto de alta presión de patógenos como el español.

Resistencia Vertical vs. Horizontal en Cultivos Españoles
Tipo de Resistencia Características Durabilidad Ejemplo en España
Vertical (Monogénica) Una sola barrera muy alta pero específica 3-5 años Primeras variedades de tomate con resistencia a un solo virus
Horizontal (Poligénica) Múltiples defensas sucesivas y menos específicas 10-15 años Nuevas variedades de vid del ICVV con resistencia duradera al mildiu y oídio
Mosaico varietal Combinación de diferentes variedades en la parcela Indefinida Estrategia recomendada por la nueva PAC para la gestión de resistencias

La estrategia más inteligente, recomendada incluso por la PAC, es el mosaico varietal: combinar en la explotación diferentes variedades con distintos tipos de resistencia para dificultar la adaptación del patógeno. No se trata de encontrar una «bala de plata», sino de gestionar la genética de su campo como un ecosistema diverso y resiliente.

‘Golpe de calor’ en tus cultivos: cómo el estrés hídrico y las altas temperaturas se combinan en un cóctel letal

En la agricultura mediterránea, el calor y la falta de agua rara vez vienen por separado. El verdadero enemigo del agricultor no es solo la sequía o una ola de calor, sino el efecto sinérgico y devastador de ambas: el «golpe de calor». Cuando una planta sufre estrés hídrico, cierra sus estomas (los poros de las hojas) para no perder agua. Pero los estomas son también su sistema de refrigeración. Al cerrarlos durante una ola de calor, la temperatura interna de la hoja puede dispararse, literalmente «cociendo» las enzimas y deteniendo la fotosíntesis. Es un cóctel letal que puede arruinar una cosecha en cuestión de días.

La volatilidad del clima en España hace que este fenómeno sea cada vez más frecuente y severo. Un año de sequía extrema puede ser seguido por uno de lluvias abundantes, creando enormes fluctuaciones en la producción. Por ejemplo, la producción de 16.4 millones de toneladas de cereales de invierno en 2024 supuso un 88% más que la desastrosa campaña de 2023, según datos del Ministerio, evidenciando esta enorme variabilidad. Gestionar el «golpe de calor» es, por tanto, clave para estabilizar los rendimientos.

Aquí es donde las herramientas biotecnológicas se vuelven cruciales. Por un lado, la mejora genética busca desarrollar variedades con una mayor eficiencia en el uso del agua (WUE, por sus siglas en inglés) o con mecanismos genéticos que les permitan soportar temperaturas más altas. Por otro, los bioestimulantes ofrecen soluciones de aplicación directa para mitigar el estrés en momentos críticos.

Estudio de caso: Bioestimulantes contra el estrés térmico en viñedos españoles

El viñedo es uno de los cultivos más sensibles al «golpe de calor». Investigadores del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) han revisado la eficacia de diversos bioestimulantes para ayudar a la vid a soportar el estrés ambiental combinado de sequía y calor. Sus conclusiones destacan que productos como los hidrolizados proteicos, los extractos de algas, las sustancias húmicas y la inoculación con rizobacterias y micorrizas son soluciones viables y efectivas para la viticultura española. Aplicados en momentos clave, estos productos ayudan a la planta a mantener sus procesos fisiológicos activos, reduciendo el daño por estrés y salvaguardando la calidad de la uva.

La gestión moderna del estrés abiótico ya no se fía solo de la meteorología o del riego. Implica una estrategia proactiva que combina la elección de material vegetal resiliente con el uso táctico de bioestimulantes para proteger la maquinaria fotosintética de la planta cuando más lo necesita.

A retenir

  • La biotecnología moderna (CRISPR, bioestimulantes) es una caja de herramientas precisa, no un bloque monolítico como los antiguos OMG.
  • La clave no es la tecnología en sí, sino su aplicación rentable y sostenible para resolver problemas concretos de la agricultura española (sequía, salinidad, enfermedades).
  • La resistencia genética duradera (horizontal) y la comunicación transparente con el consumidor son tan importantes como la propia innovación técnica.

Guerra genética: cómo elegir variedades resistentes a enfermedades para blindar tu cosecha y reducir drásticamente los fungicidas

La selección de variedades resistentes es una de las decisiones más rentables que un agricultor puede tomar. Representa una auténtica «guerra genética» donde se utiliza la información del ADN de la planta como primera línea de defensa, permitiendo reducir drásticamente la dependencia de los fungicidas y otros tratamientos químicos. Sin embargo, para que esta estrategia sea efectiva, la elección debe ser informada y estratégica, yendo más allá de la simple etiqueta de «resistente» en el catálogo.

El primer paso es entender el marco regulatorio que ampara estas innovaciones. En España, el uso de microorganismos como agentes de control biológico o bioestimulantes está regulado, por ejemplo, por el Real Decreto 999/2017, que incorporó un grupo específico para productos a base de microorganismos. Esto da seguridad jurídica y garantiza la calidad de los insumos biotecnológicos que complementan la resistencia genética de la planta. Conocer estas normativas es parte del trabajo del agricultor moderno.

La elección de una variedad resistente debe basarse en tres preguntas clave: ¿contra qué es resistente exactamente?, ¿cuánto durará esa resistencia? y ¿qué coste productivo tiene? La resistencia a una raza de mildiu que no está presente en su zona es inútil. Una resistencia monogénica que se romperá en tres años puede no justificar la inversión. Y una variedad muy resistente pero poco productiva puede no ser rentable. Es un análisis coste-beneficio que requiere información precisa, como la que ofrecen redes de ensayo como la red Genvce, que evalúa el comportamiento de las variedades en las distintas comunidades autónomas españolas.

Al final, blindar la cosecha no se trata de encontrar una única variedad invulnerable, sino de construir un sistema resiliente. Esto implica combinar variedades con resistencias poligénicas duraderas, rotar cultivos, utilizar bioestimulantes que fortalezcan las defensas naturales de la planta y, solo cuando sea necesario, aplicar tratamientos químicos de forma selectiva. Es la esencia de la Gestión Integrada de Plagas, pero llevada al siguiente nivel gracias a las herramientas genéticas y biológicas del siglo XXI.

Ahora que dispone de un mapa claro de las herramientas biotecnológicas, el siguiente paso es analizar las necesidades específicas de su explotación y dialogar con su técnico, viverista o cooperativa para evaluar qué soluciones pueden ofrecerle una mayor rentabilidad y sostenibilidad a largo plazo.

Questions fréquentes sur la biotecnología vegetal y selección de variedades

¿Contra qué razas específicas del patógeno es resistente una variedad en mi zona?

Esta es la pregunta más importante. Debe consultar los ensayos de la red Genvce, que publica anualmente los resultados de comportamiento de cientos de variedades en diferentes localidades de España. Estos informes, a menudo disponibles a través de las consejerías de agricultura de su comunidad autónoma o del MAPA, le indicarán qué variedades muestran resistencia a las razas de patógenos (ej. mildiu, oídio, roya) predominantes en su región.

¿La resistencia que me ofrecen es monogénica o poligénica?

Pregunte directamente a su proveedor de semillas o viverista. La información técnica de la variedad debe especificarlo. Como regla general, una resistencia poligénica (horizontal) ofrece una protección más estable y duradera, de 10 a 15 años, mientras que una monogénica (vertical) puede ser «rota» por el patógeno en tan solo 3 a 5 años. Invertir en resistencia poligénica es apostar por la sostenibilidad a largo plazo.

¿Qué coste tiene la resistencia en términos productivos?

La resistencia genética no es «gratis» para la planta; a veces, desviar energía a los mecanismos de defensa puede implicar una ligera merma en el potencial productivo. Es común que una variedad muy resistente pueda tener un 5-10% menos de rendimiento en un año sin presión de la enfermedad. Sin embargo, este «coste» se compensa con creces con el enorme ahorro en tratamientos fungicidas y, sobre todo, con la seguridad de la cosecha en años de alta presión del patógeno.

Escrito por Lucía Navarro, Lucía Navarro es una ingeniera agrónoma de 32 años, especializada en agricultura de precisión y nuevas tecnologías. En los últimos 8 años, ha liderado proyectos de implementación de AgTech en algunas de las explotaciones más innovadoras del Valle del Ebro.