Publicado el mayo 12, 2024

La fertilidad de tu finca no depende de la cantidad de N-P-K que añades, sino de la calidad de la arquitectura viva que construyes bajo tierra.

  • La materia orgánica no es un simple abono, es el «pegamento» biológico que crea agregados estables y almacena agua.
  • Las raíces de las cubiertas vegetales son tu mejor apero, capaces de «arar» y descompactar el suelo sin coste alguno.

Recomendación: Empieza por un gesto sencillo: realiza el ‘test de la pala’ para diagnosticar la estructura actual de tu suelo y descubrir sus necesidades reales.

Como agricultor, seguramente has pasado años perfeccionando tu plan de abonado, ajustando las dosis de nitrógeno, fósforo y potasio. Es el enfoque clásico: alimentar a la planta. Pero, ¿y si te dijera que esta es solo la mitad de la historia? ¿Qué pasa cuando, a pesar de una fertilización química impecable, tus cultivos luchan por prosperar, el agua se encharca o se escurre sin penetrar, y el suelo se vuelve duro como una piedra tras el paso del tractor? Estos son los síntomas de un problema más profundo, uno que el N-P-K no puede resolver: una arquitectura del suelo deficiente.

La sabiduría convencional nos ha enseñado a ver el suelo como un simple soporte inerte. La platitud es pensar que basta con «echarle» lo que la planta necesita. Sin embargo, este enfoque ignora la realidad de que el suelo es un ecosistema vivo, una estructura compleja y dinámica que debe respirar, beber y albergar vida. La verdadera clave de la fertilidad no es alimentar a la planta, sino construirle un hogar perfecto. Aquí es donde dejamos de ser meros aplicadores de insumos para convertirnos en auténticos «bioconstructores».

Este artículo adopta una perspectiva radicalmente diferente. No vamos a hablar de sacos de fertilizantes, sino de cómo usar la materia orgánica como cemento, las raíces como cimientos y la microbiología como la cuadrilla de obreros que edifica una catedral porosa bajo tus pies. Te guiaremos paso a paso para que aprendas a diagnosticar, diseñar y mantener una estructura de suelo que trabaje para ti, creando un entorno donde las raíces exploren sin barreras, el agua se almacene como en una esponja y la vida bulle en cada centímetro cúbico. Prepárate para descubrir la arquitectura secreta de tu finca.

En las siguientes secciones, desglosaremos las herramientas y estrategias que tienes a tu disposición para convertirte en un maestro arquitecto de tu suelo. Desde el papel crucial de la materia orgánica hasta el uso inteligente de las cubiertas vegetales, este es el mapa para construir la fertilidad desde sus cimientos.

La arquitectura secreta de tu suelo: por qué una buena estructura es más importante que el N-P-K

Obsesionados con la química, hemos olvidado la física. Un suelo puede tener niveles de nutrientes teóricamente perfectos, pero si está compactado, sin porosidad y sin vida, las raíces de las plantas no podrán acceder a ellos. Es como tener una despensa llena de comida, pero con la puerta cerrada con llave. La estructura del suelo —la forma en que las partículas de arena, limo y arcilla se agrupan para formar agregados— es esa llave. Una buena arquitectura crea un laberinto de macroporos y microporos que permiten que el aire y el agua circulen, y que las raíces exploren libremente. En España, la situación es preocupante: la mayoría de los suelos agrícolas tienen entre 1% y 2% de materia orgánica, un nivel bajo que compromete seriamente esta arquitectura vital.

Un suelo bien estructurado actúa como una esponja. Retiene el agua de la lluvia, poniéndola a disposición de los cultivos durante más tiempo y reduciendo la escorrentía y la erosión. Además, garantiza una correcta aireación, fundamental para la respiración de las raíces y la actividad de los microorganismos beneficiosos. Sin una buena estructura, los fertilizantes que aplicas pueden perderse por lixiviación o volatilización, un desperdicio económico y un problema medioambiental. La estructura no es un lujo; es el sistema operativo de la fertilidad de tu finca.

Los beneficios de construir esta arquitectura subterránea son inmensos y se refuerzan mutuamente:

  • Aumenta la permeabilidad y la cohesión, formando macroagregados estables que resisten la erosión.
  • Transforma los suelos arcillosos pesados en estructuras porosas y ayuda a los arenosos a retener agua y nutrientes.
  • Estabiliza la temperatura del suelo y amortigua las variaciones bruscas de pH, creando un entorno más estable para los cultivos.
  • Facilita la nitrogenación natural del suelo al promover un ecosistema microbiano sano y activo.

Pensar como un arquitecto del suelo significa cambiar el objetivo: en lugar de preguntarte «¿cuánto N-P-K necesita mi cultivo?», la pregunta pasa a ser «¿cómo creo un hogar donde mi cultivo pueda buscar y encontrar por sí mismo todo lo que necesita?». Es un cambio de paradigma que nos lleva de la dependencia química a la resiliencia biológica.

Materia orgánica: el ‘pegamento’ milagroso que da estructura y vida a tu suelo

Si la estructura es la casa, la materia orgánica es el cemento y los ladrillos. No es solo «comida» para las plantas; es el agente constructor por excelencia. Actúa como un «pegamento biológico» que une las partículas minerales del suelo para formar agregados estables. Estos agregados son la base de una buena estructura, creando la porosidad necesaria para el aire y el agua. De hecho, su impacto en la gestión del agua es asombroso: por cada 1% de materia orgánica que se añade a un suelo, su capacidad de almacenamiento de agua puede aumentar en hasta 150.000 litros por hectárea. En un país como España, con recurrentes sequías, esta capacidad de «cosechar agua» es un seguro de vida para cualquier explotación.

El desafío es que la materia orgánica no es estática; se consume constantemente por la actividad microbiana y los cultivos. Por ello, debemos verla como una cuenta bancaria que requiere depósitos regulares. Un caso práctico en España lo ilustra bien: un suelo manejado durante años con fertilización mineral exclusiva presentaba un paupérrimo 0,8% de materia orgánica. Para elevarlo al 1,2% recomendado en los 20 cm superficiales, se calculó una necesidad de aporte considerable de estiércol bien compostado. Esto demuestra que la regeneración del suelo no es un proceso rápido, sino una estrategia a largo plazo.

No todas las enmiendas orgánicas son iguales. Su capacidad para construir suelo depende de su naturaleza y de cómo se descomponen. Elegir la enmienda adecuada para tu finca es una decisión estratégica clave. El siguiente cuadro compara algunas opciones comunes en diferentes regiones de España, basándose en su potencial para generar humus estable (coeficiente isohúmico).

Comparativa de enmiendas orgánicas locales españolas
Tipo de Enmienda % Materia Seca Coeficiente Isohúmico Relación C/N Velocidad Descomposición
Estiércol oveja manchega 25-30% 0,45 15-20 Media
Compost sarmientos (Rioja) 40-50% 0,50 25-30 Lenta
Alperujo (Andalucía) 20-25% 0,35 30-35 Lenta
Restos hortícolas (Almería) 15-20% 0,30 10-15 Rápida

Como se puede observar, un compost de sarmientos de La Rioja tiene un coeficiente isohúmico más alto, lo que significa que formará más humus estable a largo plazo, mientras que los restos hortícolas de Almería se descompondrán rápidamente, liberando nutrientes pero construyendo menos estructura. La elección dependerá de tus objetivos: ¿buscas un efecto fertilizante rápido o una inversión en la estructura a largo plazo?

Las raíces, las arquitectas olvidadas de tu suelo: cómo usar los cultivos para que aren la tierra por ti

Hemos hablado del «pegamento», pero ¿quién crea los canales y galerías de nuestra catedral subterránea? La respuesta está en las raíces. A menudo pensamos en ellas solo como órganos de absorción, pero su función mecánica es igual de importante. Las raíces son las verdaderas arquitectas del suelo. Al crecer, ejercen una presión suave pero constante que abre nuevos caminos, fractura capas compactadas y crea una red de bioporos. Cuando la planta muere, esas raíces se descomponen, dejando tras de sí canales estables que serán utilizados por el agua, el aire y las raíces de los siguientes cultivos. Es lo que llamamos el «arado biológico»: una forma de labranza natural, gratuita y mucho más beneficiosa que el hierro del subsolador.

Las cubiertas vegetales son la herramienta más poderosa para poner en práctica este principio. Sembrar una mezcla de especies con diferentes sistemas radiculares (raíces pivotantes profundas como el rábano forrajero, y raíces fasciculadas densas como las gramíneas) permite explorar y estructurar el suelo a distintas profundidades. En el olivar andaluz, un ecosistema especialmente vulnerable a la erosión, esta estrategia ha demostrado ser revolucionaria. Investigaciones de la Universidad de Jaén confirman que el uso de cubiertas vegetales adecuadas puede llevar a una reducción casi total de la erosión del suelo, un problema que en algunas zonas de España provoca pérdidas de hasta 25-35 toneladas por hectárea al año.

Estudio de caso: Semillas a medida para el olivar español

La Universidad de Jaén ha ido un paso más allá del simple uso de cubiertas. Han desarrollado y patentado líneas de semillas específicas para las condiciones del olivar. Estas gramíneas no solo poseen un sistema radicular de gran volumen para sujetar el suelo, sino que su ciclo de crecimiento está diseñado para no competir por el agua con el olivo durante el crítico periodo estival. Se han creado dos líneas a medida: una adaptada a los suelos calizos del Valle del Guadalquivir y otra para los suelos silíceos de Sierra Morena, demostrando que la solución no es genérica, sino que debe adaptarse a cada agroecosistema.

El uso de estas raíces como herramientas de construcción es la máxima expresión de la agricultura regenerativa. En lugar de gastar combustible y desgastar la maquinaria para romper la compactación, utilizamos la propia energía del sol, capturada por las plantas, para que realicen ese trabajo por nosotros. Es un sistema elegante, eficiente y que, además, fomenta la biodiversidad y la vida en el suelo.

El test de la pala: cómo hacerle una ‘radiografía’ a tu suelo con una simple herramienta y en 5 minutos

Como buen arquitecto, antes de construir necesitas conocer el terreno. No puedes diseñar un plan de regeneración sin un diagnóstico preciso. Mientras que los análisis de laboratorio te dan la «química», hay una herramienta sencilla, casi olvidada, que te da la «física» y la «biología» en la palma de tu mano: la pala. La Evaluación Visual del Suelo (EVS), o simplemente «test de la pala», es una radiografía instantánea del estado de salud de tu finca. Es una técnica estandarizada que te permite «leer» la estructura, la compactación, el color, la porosidad y la actividad biológica (como la presencia de lombrices) de forma directa.

La belleza de este método es su simplicidad y su inmediatez. En solo cinco minutos, puedes obtener una cantidad de información asombrosa que ningún informe de laboratorio puede darte. Al extraer un bloque de suelo de unos 20-25 cm de lado, puedes observar si la estructura es granular y friable (bueno) o masiva y en bloques angulares (malo). Puedes ver si hay una suela de labor, una capa compactada justo por debajo de donde suele trabajar el apero, que impide la infiltración de agua y el crecimiento de las raíces. Puedes contar las lombrices, los ingenieros del suelo por excelencia. Y puedes olerlo: un suelo sano huele a tierra de bosque húmedo; un suelo anóxico y compactado huele a pantano.

Realizar este test de forma regular en diferentes puntos de tu finca te permite crear un mapa de la salud estructural de tu suelo. Te ayuda a identificar zonas problemáticas, a evaluar la eficacia de tus prácticas (¿está mejorando la estructura donde puse la cubierta vegetal?) y a tomar decisiones informadas. Es la herramienta definitiva para afinar tu intuición como agricultor y conectarte de nuevo con la realidad de tu tierra.

Tu plan de acción para la Evaluación Visual del Suelo (EVS)

  1. Excavación precisa: Utiliza una pala plana para excavar y extraer con cuidado un bloque de suelo de aproximadamente 20x20x20 cm sin que se desmorone.
  2. Verificación de la humedad: Realiza la prueba cuando el suelo esté en un estado de humedad adecuado (límite inferior de plasticidad), ni demasiado seco ni demasiado mojado, para una evaluación correcta.
  3. Puntuación de indicadores: Evalúa visualmente la estructura, porosidad, color, y presencia de lombrices. Compara lo que ves con guías fotográficas de referencia (existen varias online) para puntuar cada indicador.
  4. Identificación de limitantes: Detecta problemas clave como suelas de labor, capas compactadas o falta de actividad biológica. Estos son tus objetivos de mejora.
  5. Plan de corrección: Basándote en el diagnóstico, planifica acciones concretas: ¿necesitas una cubierta con raíces pivotantes para romper esa capa? ¿O más materia orgánica para mejorar la agregación?

Este simple ejercicio transforma tu relación con el suelo. Dejas de verlo como algo abstracto y pasas a entenderlo como un organismo vivo con una anatomía que puedes diagnosticar y mejorar. Es el primer paso para convertirte en un verdadero médico de tu tierra.

Compactación, el enemigo silencioso: cómo evitar que el peso de tu maquinaria aplaste tus beneficios

La compactación es el infarto del suelo. Es la destrucción de la arquitectura porosa que tanto nos cuesta construir. Ocurre cuando la presión ejercida por el paso de la maquinaria pesada supera la capacidad de carga del suelo, aplastando los poros y creando una barrera física impenetrable para las raíces, el agua y el aire. Es un enemigo silencioso porque sus efectos no son inmediatamente visibles, pero sus consecuencias económicas son devastadoras: rendimientos más bajos, mayor necesidad de riego, y un aumento de la erosión, que en algunas zonas de España ya provoca pérdidas de 25-35 toneladas de suelo por hectárea anualmente.

El problema se agrava por una paradoja de la agricultura moderna. La mecanización es esencial para la rentabilidad, especialmente en cultivos leñosos intensivos, donde reduce drásticamente los costes de mano de obra en tareas como la recolección o la poda. Sin embargo, esta misma maquinaria, cada vez más pesada, es la principal causa de compactación. El dilema es cómo beneficiarse de la eficiencia de las máquinas sin que su peso aplasta literalmente nuestros beneficios a largo plazo. La clave no está en dejar de usar maquinaria, sino en usarla de forma inteligente.

La prevención es la mejor estrategia. El momento más peligroso para entrar en una parcela es cuando el suelo está húmedo. En esas condiciones, su resistencia estructural es mucho menor y es extremadamente vulnerable a la compactación. Esperar a que el suelo se seque hasta alcanzar un estado de humedad adecuado (tempero) puede marcar una diferencia abismal. Otras estrategias clave incluyen:

  • Reducir la presión sobre el suelo: Utilizar neumáticos de baja presión y mayor superficie de contacto.
  • Controlar el tráfico: Designar siempre los mismos carriles para el paso de la maquinaria, confinando la compactación a una zona limitada de la parcela y dejando el resto del suelo intacto.
  • Aligerar la carga: Evitar pasar con la tolva o el remolque llenos por toda la finca.
  • Promover la resiliencia del suelo: Un suelo con altos niveles de materia orgánica y una densa red de raíces vivas es mucho más resistente a la compactación. Las prácticas que hemos visto en secciones anteriores son, por tanto, tu mejor defensa.

Romper una capa compactada (suela de labor) con un subsolador es una medida de choque, costosa en tiempo y combustible, y a menudo una solución temporal si no se cambian las prácticas de manejo. La verdadera solución es construir un suelo tan robusto y resiliente que pueda soportar el peso de la modernidad sin romperse.

Los micro-albañiles de tu finca: cómo los hongos y bacterias construyen un suelo fértil (y cómo no matarlos)

Si las raíces son las arquitectas que diseñan los planos y abren los pasillos, los microorganismos del suelo son la incansable cuadrilla de albañiles que trabaja día y noche para construir y mantener la estructura. Hablamos de miles de millones de bacterias, hongos, protozoos y nematodos en cada cucharada de tierra. Estos micro-albañiles son los verdaderos protagonistas de la fertilidad. Los hongos micorrícicos, por ejemplo, tejen una vasta red de filamentos (hifas) que enredan las partículas del suelo, estabilizando los agregados. Además, producen una sustancia pegajosa llamada glomalina, uno de los «pegamentos» más potentes y duraderos de la naturaleza.

Las bacterias, por su parte, segregan polisacáridos que también ayudan a unir las partículas del suelo. Este trabajo conjunto de hongos y bacterias crea una estructura granular, estable y porosa que es el sello de un suelo sano y productivo. El problema es que muchas prácticas agrícolas convencionales son una auténtica masacre para esta fuerza de trabajo microscópica. El laboreo excesivo rompe las redes de hifas fúngicas, la aplicación de ciertos pesticidas y fungicidas los aniquila, y la falta de materia orgánica los deja sin alimento. Un suelo sin vida microbiana es un suelo «muerto», que pierde su estructura y se convierte en polvo o barro.

Fomentar esta vida es más sencillo de lo que parece y se basa en un principio fundamental, como bien lo expresó un pionero en este campo:

La clave está en dejar de luchar contra la naturaleza y aprender a colaborar con ella.

– Hans Müller, Productor de cereales ecológicos en Baviera

Colaborar con ellos significa darles un hogar y comida. Las prácticas de agricultura regenerativa, como la siembra directa, el uso de cubiertas vegetales permanentes y la rotación de cultivos, crean un entorno estable y les proporcionan un flujo constante de carbono a través de los exudados de las raíces y la descomposición de residuos vegetales. Un suelo manejado de esta forma se convierte en un auténtico sumidero de carbono. De hecho, según un informe europeo, cada hectárea manejada de forma regenerativa puede secuestrar hasta 3,5 toneladas adicionales de carbono por año en comparación con el manejo convencional. Cuidar a tus micro-albañiles no solo construye un suelo fértil, sino que también ayuda a combatir el cambio climático.

La ‘alfombra viva’ de tu cultivo: qué especie sembrar como cubierta vegetal según busques abonar, descompactar o controlar plagas

Las cubiertas vegetales son la navaja suiza del «bioconstructor». Esta «alfombra viva» que sembramos entre las hileras de nuestro cultivo principal o entre dos ciclos de cultivo no es un simple adorno verde. Es una herramienta multifuncional con la que podemos construir activamente la fertilidad de nuestro suelo. Dependiendo de las especies que elijamos, una cubierta vegetal puede: abonar el suelo fijando nitrógeno atmosférico (leguminosas), descompactar en profundidad con raíces pivotantes (crucíferas como el rábano), controlar la erosión con un denso sistema radicular (gramíneas), o incluso atraer insectos beneficiosos y suprimir plagas y enfermedades.

La clave del éxito es la elección estratégica de las especies, adaptada a nuestros objetivos y a las condiciones de nuestra finca. No existe una «cubierta vegetal milagrosa» universal. Una mezcla que funciona de maravilla en un secano de Castilla y León puede ser un desastre en un olivar de Jaén por su competencia por el agua. La decisión debe ser meditada. Por ejemplo, si nuestro principal objetivo es aportar nitrógeno para el siguiente cultivo, una mezcla de veza y avena puede ser ideal. Si, en cambio, nuestra prioridad es romper una suela de labor, el rábano forrajero o la facelia serán nuestros mejores aliados. El siguiente cuadro ofrece una guía básica para el olivar, un cultivo clave en España, pero los principios son aplicables a muchos otros sistemas.

Selección de cubiertas vegetales para olivar según objetivo y zona climática
Tipo de Cubierta Especies Recomendadas Objetivo Principal Zona Climática Manejo
Espontáneas Flora nativa del banco de semillas Biodiversidad Todas Siega en primavera
Gramíneas seleccionadas Cebadilla, bromo, ballico Control erosión Mediterráneo Selección con herbicidas
Sembradas gramíneas Cebada, Brachypodium Cobertura rápida Continental Banda de ensemillado
Mezclas con leguminosas Veza + avena Fijación nitrógeno Secano >700mm Siega temprana

Sin embargo, es crucial entender que una cubierta vegetal es una herramienta potente que requiere un manejo preciso. Mal gestionada, puede convertirse en un problema. La advertencia de un agricultor con experiencia en olivar es muy clara:

Una cubierta vegetal manejada a la perfección genera entre un 10 a 30% más de producción. Sin embargo, mal gestionada puede producir pérdidas del 30% hasta el 80%. Por tanto, cubierta vegetal sí, pero muy bien manejada y dejándola solo el tiempo en que no produce daño al cultivo.

– Experiencia en gesmontes.es

Este testimonio subraya la importancia del manejo: saber cuándo sembrar, pero sobre todo, cuándo y cómo terminar el ciclo de la cubierta (siega, rodillo, etc.) para que sus beneficios superen con creces cualquier posible competencia con el cultivo principal. La cubierta vegetal no es una solución de «sembrar y olvidar», sino una técnica agrícola avanzada.

Puntos clave a recordar

  • La estructura del suelo, su arquitectura física, es más determinante para la fertilidad real que los niveles de N-P-K.
  • La materia orgánica es el «pegamento biológico» que crea agregados estables, mejora la porosidad y actúa como una esponja de agua.
  • Las raíces de las cubiertas vegetales son una herramienta de «arado biológico» que descompacta el suelo de forma natural y gratuita.

El análisis de suelo como mapa del tesoro: cómo interpretar cada dato para maximizar tus cosechas y regenerar tu tierra

Si la pala nos da una radiografía instantánea, el análisis de suelo de laboratorio es el mapa detallado del tesoro. Nos proporciona los datos químicos y de textura que, combinados con nuestra observación visual, nos permiten trazar un plan de regeneración a medida. Sin embargo, recibir un informe lleno de números y acrónimos (pH, C.E., C/N, CIC…) puede ser abrumador. La clave no es entender cada detalle a nivel de un químico, sino saber interpretar los indicadores clave que afectan a la arquitectura y a la vida de nuestro suelo.

El primer dato a mirar, siempre, es el porcentaje de Materia Orgánica (M.O.). Como hemos visto, es el pilar de la estructura. En la mayoría de las zonas agrícolas de España, los niveles son bajos o muy bajos, por lo que cualquier valor por debajo del 2% debería encender todas las alarmas e indicar que el aporte de enmiendas orgánicas es la máxima prioridad. El siguiente es el pH. Este valor determina la disponibilidad de los nutrientes. En España, predominan los suelos calcáreos y básicos (pH > 7), donde nutrientes como el fósforo o el hierro pueden estar bloqueados. En el norte, con más lluvias, encontramos suelos ácidos (pH < 6), que pueden presentar otros problemas. Conocer tu pH es vital para elegir los cultivos y las enmiendas adecuadas.

Otros datos importantes son la Capacidad de Intercambio Catiónico (CIC), que mide la capacidad del suelo para retener nutrientes y evitar que se laven, y la relación Carbono/Nitrógeno (C/N), que nos indica la velocidad a la que se descompondrá la materia orgánica. Un análisis de textura (porcentaje de arena, limo y arcilla) nos dirá la «materia prima» con la que trabajamos, pero recuerda: incluso un suelo muy arcilloso puede tener una estructura excelente si está bien agregado gracias a la materia orgánica y la vida microbiana. El análisis no es una sentencia, es un punto de partida, un mapa que te muestra dónde estás y te ayuda a decidir la mejor ruta para llegar a un suelo más fértil y resiliente.

Al final, se trata de integrar toda la información. Combinas los datos del laboratorio con lo que te dice la pala, con lo que observas en tus cultivos y en la flora espontánea. Así, dejas de aplicar recetas genéricas y empiezas a dialogar con tu tierra, tomando decisiones basadas en sus necesidades reales y específicas.

Comienza hoy mismo a aplicar estos principios. Empieza con un test de la pala, solicita un análisis de suelo interpretado desde esta perspectiva y planifica tu primera siembra de cubierta vegetal. Transformar tu suelo no es una tarea de un día, pero cada acción que tomas para construir su arquitectura es una inversión directa en la rentabilidad y la resiliencia futura de tu finca.

Preguntas frecuentes sobre La casa de tus raíces: la guía definitiva para construir y mantener una estructura de suelo perfecta

¿Cuáles son los niveles adecuados de materia orgánica en España?

Para tener un suelo fértil y de calidad interesa tener un nivel medio o alto. En la mayoría de zonas agrícolas de España los suelos tienen un nivel bajo o muy bajo de materia orgánica, por lo que aspirar a superar el 2-2.5% ya es un objetivo excelente que marca una gran diferencia en la estructura y retención de agua.

¿Cómo afecta el pH a los suelos españoles?

El pH es un factor determinante. En gran parte de España, especialmente en el centro y sur, hay muchos suelos básicos o calcáreos (pH>7.5) debido a la naturaleza de la roca madre. En estas condiciones, la disponibilidad de nutrientes como el fósforo, el hierro o el manganeso se reduce drásticamente. Por el contrario, en el norte (cordillera cantábrica, Pirineos, Galicia) encontramos suelos ácidos por la elevada pluviometría, lo que puede generar problemas de toxicidad por aluminio. El pH afecta directamente a la disponibilidad de nutrientes y al crecimiento de los cultivos.

¿Con qué frecuencia debo analizar el fósforo en mi suelo?

El fósforo es un nutriente muy poco móvil en el suelo; tiende a quedarse donde se aplica. Por esta razón, no es necesario analizarlo cada año. Realizar un análisis completo de suelo, incluyendo el fósforo, cada 4 o 5 años suele ser suficiente para tener un control adecuado de sus niveles y planificar la fertilización a largo plazo.

Escrito por Elena Soto, Elena Soto es una agricultora y divulgadora con 15 años de experiencia en la transición de fincas convencionales a sistemas agroecológicos. Tras transformar su propia explotación familiar en Aragón, ahora es una voz de referencia en agricultura regenerativa.