
El problema no es tu suelo, es que ha dejado de comer. La solución no es más fertilizante, sino resucitar la vida microbiana que lo alimenta.
- Los abonos verdes no son un gasto, son la inversión más rentable para crear fertilidad, estructura y resiliencia hídrica desde dentro.
- Elegir la mezcla correcta es como recetar un medicamento: cada problema (compactación, salinidad, pobreza) tiene su solución específica.
Recomendación: Deja de luchar contra tu tierra. Empieza a alimentarla con las raíces y exudados de los abonos verdes y observa cómo vuelve a trabajar para ti, reduciendo tu dependencia de insumos externos.
Llevas años observando lo mismo. Cada campaña, el tractor parece patinar más sobre esa parcela compactada. La tierra, antes mullida, ahora se ha vuelto un ladrillo que se agrieta bajo el sol de Aragón. Y lo peor, echas más nitrógeno, más fósforo, más urea… pero el cultivo responde cada vez menos. Es una batalla agotadora y cara contra un suelo que parece haber perdido el alma. Sientes que estás en un callejón sin salida, atrapado en un ciclo de dependencia creciente de fertilizantes químicos con rendimientos decrecientes.
La respuesta convencional siempre ha sido la misma: más laboreo para romper la suela, más insumos para «compensar». Pero, ¿y si esa solución es parte del problema? ¿Y si hemos olvidado el principio más básico de la vida? Un suelo no es un sustrato inerte, es un organismo vivo, un ecosistema complejo con miles de millones de obreros microscópicos. Y esos obreros, la microbiología del suelo, tienen hambre. Han dejado de recibir el alimento que necesitan: las raíces vivas, los exudados azucarados, la materia orgánica fresca.
Aquí es donde rompemos con todo lo que te han contado. Olvídate de ver los abonos verdes como un simple «cultivo para enterrar». Piensa en ellos como una prescripción médica, una transfusión de vida directa a la vena de tu tierra. Este artículo no te hablará de cubrir el suelo, te enseñará a resucitarlo. Te mostraré, como un doctor de suelos, cómo las raíces de una veza, una facelia o un rábano se convierten en el bisturí que descompacta, la despensa que alimenta y la esponja que retiene el agua. Es una revolución silenciosa que empieza bajo tus pies, y que puede cambiar radicalmente la salud de tu suelo y tu cuenta de resultados en menos de tres años.
A lo largo de esta guía, desgranaremos paso a paso cómo convertir los abonos verdes en tu principal herramienta estratégica. Analizaremos qué mezclas sembrar según los problemas de tu finca, cómo y cuándo terminarlos para maximizar beneficios, y cómo integrarlos en tu rotación sin perder ni un euro de tus cultivos de renta. Prepárate para empezar a pensar en tu suelo no como un problema, sino como tu mayor aliado.
Sumario: La guía completa para la regeneración de suelos con abonos verdes
- Dime qué necesita tu suelo y te diré qué abono verde sembrar: la guía de mezclas para cada problema
- El dilema del abono verde: ¿segar, pastorear o incorporar? Cuándo y cómo terminar el cultivo para un máximo beneficio
- ¿Cuánto nitrógeno produce tu veza? El método para calcular el aporte real de tu abono verde y reducir la compra de fertilizante
- El ‘tetris’ de la rotación: cómo encajar los abonos verdes en tu planificación anual sin sacrificar un cultivo de renta
- El abono verde que se convirtió en pesadilla: 3 errores fatales al empezar y cómo evitarlos
- Materia orgánica: el ‘pegamento’ milagroso que da estructura y vida a tu suelo
- Los ‘3 grandes’ de tu suelo: por qué entender el pH, la materia orgánica y la textura es más importante que saber el nivel de fósforo
- El análisis de suelo como mapa del tesoro: cómo interpretar cada dato para maximizar tus cosechas y regenerar tu tierra
Dime qué necesita tu suelo y te diré qué abono verde sembrar: la guía de mezclas para cada problema
El primer error al hablar de abonos verdes es pensar en una única especie. Eso sería como creer que una aspirina lo cura todo. Un suelo, como un paciente, presenta síntomas específicos que requieren un diagnóstico y un tratamiento a medida. ¿Tu problema es la compactación que impide que el agua infiltre? Necesitas «raíces bisturí». ¿Tienes un suelo pobre y cansado? Tu receta debe incluir «fábricas de nitrógeno». La clave está en la sinergia de las mezclas, donde cada especie cumple una función en esta sinfonía biológica subterránea.
Las leguminosas (vezas, yeros, tréboles) son las reinas de la fertilidad. Gracias a su simbiosis con bacterias del género Rhizobium, capturan el nitrógeno atmosférico y lo convierten en abono gratuito directamente en la rizosfera. Las gramíneas (avena, centeno, cebada), por su parte, son las campeonas de la biomasa. Sus sistemas radiculares fasciculados y densos son perfectos para tejer y estabilizar el suelo, creando los anhelados agregados estables. Finalmente, las crucíferas (rábano forrajero, mostaza) actúan como perforadoras biológicas. Sus potentes raíces pivotantes rompen las capas compactadas como ningún apero mecánico puede hacerlo, abriendo canales para el agua y el aire.

La magia reside en combinar estas familias. Una mezcla de veza y avena para un secano pobre en Teruel no solo fijará nitrógeno, sino que aportará una cantidad ingente de carbono para alimentar a los microorganismos. Una mezcla de rábano forrajero y facelia en una tierra arcillosa de La Mancha no solo romperá la suela de labor, sino que mejorará drásticamente la infiltración del agua de lluvia, almacenándola para el cultivo de verano. Entender tu suelo es el primer paso para recetarle la mezcla perfecta.
La siguiente tabla ofrece un punto de partida práctico, basado en problemáticas comunes en la agricultura española, para empezar a diseñar tu propia «receta» regenerativa.
| Tipo de Suelo | Mezcla Recomendada | Beneficios Específicos | Dosis de Siembra |
|---|---|---|---|
| Arcilloso/Compactado | Rábano forrajero + Facelia | Descompactación, mejora infiltración | 35-40 kg/ha |
| Salino (costa) | Cebada + Melilotus | Tolerancia salinidad, aporte materia orgánica | 40-45 kg/ha |
| Pobre/Secano | Yeros + Veza + Avena negra | Fijación N, biomasa, estructura | 50-60 kg/ha |
| Erosionado | Veza villosa + Centeno | Cobertura rápida, retención suelo | 45-50 kg/ha |
El dilema del abono verde: ¿segar, pastorear o incorporar? Cuándo y cómo terminar el cultivo para un máximo beneficio
Sembrar el abono verde es solo el primer acto. El segundo, y quizás el más crítico, es decidir cómo y cuándo terminarlo. Esta decisión determinará si liberas un torrente de nutrientes disponibles para tu cultivo de renta o si construyes materia orgánica estable a largo plazo. No hay una única respuesta correcta; es una decisión estratégica que depende de tus objetivos, tu clima y tu rotación. El momento clave, especialmente en el clima mediterráneo, suele ser el inicio de la floración, generalmente entre marzo y abril.
Terminar el abono verde en pre-floración o inicio de floración es ideal si tu objetivo principal es un aporte rápido de nitrógeno. En esta fase, la planta tiene una relación Carbono/Nitrógeno (C/N) baja, lo que significa que los microorganismos del suelo la descompondrán rápidamente, mineralizando y liberando los nutrientes de forma casi inmediata para el siguiente cultivo. Si, por el contrario, esperas a que la planta forme grano (una relación C/N alta), la descomposición será mucho más lenta. Aportarás más biomasa y carbono «leñoso», ideal para construir humus estable y mejorar la estructura, pero el efecto fertilizante a corto plazo será menor. Para evitar fermentaciones no deseadas, es crucial dejar secar la biomasa segada 2 o 3 días sobre el terreno antes de una incorporación superficial (nunca más de 15 cm).
Las opciones de manejo son variadas. La siega con desbrozadora y dejarlo como mulch en superficie es excelente para proteger el suelo de la erosión y el calor, y para conservar la humedad. La incorporación superficial con grada de discos o cultivador acelera la descomposición, pero implica un mayor consumo de gasóleo y una pequeña pérdida de carbono. El pastoreo con ganado es una opción magnífica, ya que los animales procesan la biomasa, la devuelven al suelo en forma de estiércol biodisponible y aceleran el ciclo de nutrientes. Esta práctica, además, está incentivada por la nueva PAC. De hecho, los eco-regímenes de la PAC han impulsado la adopción de cubiertas en más de 1,3 millones de hectáreas desde 2022, evidenciando su importancia estratégica y económica.
¿Cuánto nitrógeno produce tu veza? El método para calcular el aporte real de tu abono verde y reducir la compra de fertilizante
Una de las promesas más potentes de los abonos verdes es la reducción drástica de la factura de fertilizantes. Pero para hacerlo con confianza, necesitas pasar de la intuición a la cuantificación. No basta con saber que una leguminosa «aporta nitrógeno»; debes ser capaz de estimar cuántos kilos por hectárea estás generando realmente. Esto te permite ajustar la dosis de abonado de cobertera con precisión, ahorrando dinero y evitando la contaminación por nitratos.
El método, aunque requiere algo de trabajo de campo, es sencillo. Justo antes de terminar tu abono verde, delimita un metro cuadrado representativo de la parcela. Siega toda la biomasa aérea dentro de ese cuadro a ras de suelo y pésala en verde. Anota ese peso. Luego, toma una muestra de unos 200-300 gramos de esa biomasa, pésala con precisión y llévala a secar (en un horno a 60-70ºC durante 48h o dejándola al sol hasta que su peso sea constante). Vuelve a pesar la muestra seca. La diferencia te dará el porcentaje de materia seca. Por ejemplo, si tu muestra fresca pesaba 250g y seca pesa 50g, tu porcentaje de materia seca es del 20%.

Ahora, multiplica el peso total en verde de tu metro cuadrado por ese porcentaje para saber cuánta materia seca has producido. Si pesaste 3 kg de biomasa verde/m², con un 20% de materia seca, tienes 0.6 kg de materia seca/m², lo que equivale a 6.000 kg de materia seca por hectárea. Sabiendo que una leguminosa en floración tiene en torno a un 3-4% de nitrógeno en su materia seca, puedes calcular tu aporte: 6.000 kg/ha * 3.5% N = 210 kg de N total por hectárea. No todo será disponible el primer año, pero sí una parte significativa. Diversos estudios sobre fijación de nitrógeno por leguminosas en España sitúan el aporte medio en unos 56 kg de nitrógeno fijado por hectárea al año, una cifra nada despreciable que ya justifica la inversión.
El ‘tetris’ de la rotación: cómo encajar los abonos verdes en tu planificación anual ohne sacrificar un cultivo de renta
La pregunta del millón para cualquier agricultor profesional es: «Todo esto suena muy bien, pero… ¿cuándo lo hago? No puedo permitirme perder una campaña de cereal o girasol». Esta es la barrera mental más grande, y se derriba con una palabra: planificación. Integrar los abonos verdes no significa sacrificar un cultivo de renta, sino aprovechar las ventanas de oportunidad que existen en toda rotación. Se trata de jugar al ‘Tetris’ con los ciclos de cultivo, usando especies de abono verde de ciclo corto para ocupar los huecos.
En secanos de interior, la ventana más clara es entre la cosecha del cereal (junio-julio) y la siembra del siguiente cultivo. Aunque el verano es seco, las tormentas estivales suelen ser suficientes para implantar especies de ciclo corto y muy resistentes como la mostaza o la facelia, que en 45-60 días pueden producir una biomasa considerable antes de secarse y formar un mulch protector para la sementera de otoño. En regadío, las oportunidades son aún mayores. Entre dos cultivos hortícolas intensivos, se puede intercalar un trigo sarraceno, que completa su ciclo en apenas 45 días, aportando materia orgánica y movilizando fósforo.
Otra técnica avanzada es el ‘relay cropping’ o cultivo de relevo. Consiste en sembrar el abono verde (por ejemplo, una veza o un trébol) debajo del cultivo principal ya establecido (maíz, girasol). El abono verde germina y crece lentamente a la sombra del cultivo de renta, sin competir con él. Cuando se cosecha el cultivo principal, el abono verde explota en crecimiento, aprovechando la luz y la humedad residual, cubriendo el suelo durante el invierno. Esta estrategia es fantástica para maximizar el tiempo de suelo cubierto y la actividad biológica.
Estudio de caso: Rotaciones exitosas con eco-regímenes PAC en España
La viabilidad de estas estrategias está más que demostrada. En Castilla y León, una rotación validada es Cereal de invierno → Abono verde de verano (mostaza/facelia) → Girasol, cumpliendo perfectamente con el eco-régimen P3 de rotación. En olivares de Andalucía, la cubierta permanente de gramíneas-leguminosas segada en primavera es un modelo de éxito que se acoge al eco-régimen P6. Incluso en las huertas intensivas de Murcia, se ha demostrado que intercalar un trigo sarraceno de 45 días entre cultivos de lechuga o brócoli no solo es posible, sino que mejora la estructura del suelo y permite acogerse a los beneficios de la siembra directa (P2).
El abono verde que se convirtió en pesadilla: 3 errores fatales al empezar y cómo evitarlos
A pesar de sus inmensos beneficios, una cubierta vegetal mal gestionada puede volverse en tu contra. Como una medicina potente mal administrada, puede tener efectos secundarios graves. Ignorar las reglas básicas del juego, especialmente en climas con escasez de agua como el nuestro, puede llevar a una catástrofe. Es fundamental conocer estos riesgos para anticiparlos y convertir el abono verde en un aliado incondicional y no en una pesadilla.
El error fatal número uno es la competencia por el agua. Dejar crecer la cubierta demasiado tiempo en primavera, especialmente en secano, es un suicidio hídrico. La cubierta, en su máximo apogeo de crecimiento, puede consumir toda la reserva de agua del perfil del suelo, dejando al cultivo de renta posterior (olivo, viña, almendro) en una situación de estrés hídrico severo justo antes del verano. Como dice un agricultor jienense:
Dejé crecer la cubierta de veza hasta mayo pensando en más biomasa. El resultado fue desastroso: la cubierta consumió toda la reserva hídrica del suelo. Los olivos entraron en estrés hídrico severo en junio, perdiendo un 40% de la cosecha. Ahora siempre siego antes del 15 de marzo, cuando la cubierta tiene 20-25 cm. Es mejor menos biomasa que comprometer el cultivo principal.
El segundo error es elegir una especie inadecuada que se convierte en mala hierba. Ciertas especies, si se les deja semillar, pueden volverse muy difíciles de controlar en campañas posteriores. Es vital segar o terminar la cubierta antes de que produzca semilla viable. El tercer error es una incorporación incorrecta. Enterrar una gran masa de abono verde muy profundo y en condiciones de humedad crea un entorno anaeróbico (sin oxígeno). Esto provoca una fermentación pútrida que genera alcoholes y compuestos tóxicos para las raíces del siguiente cultivo, además de inmovilizar temporalmente el nitrógeno. La regla de oro es una incorporación siempre superficial.
Ignorar estos principios básicos es jugar a la ruleta rusa en un contexto donde, como advierten los expertos, el riesgo de desertificación es alarmantemente alto. Como señala un informe de Gesmontes, «El 75% de la superficie española está en riesgo de convertirse en desierto. La cubierta vegetal mal manejada puede acelerar este proceso al agotar las reservas hídricas del suelo». Esta advertencia subraya la importancia de un manejo técnico y preciso.
Materia orgánica: el ‘pegamento’ milagroso que da estructura y vida a tu suelo
Si tuviéramos que elegir un único indicador de la salud y fertilidad de un suelo, sería el porcentaje de materia orgánica (M.O.). La materia orgánica es el corazón del sistema. Es el alimento, el refugio y el motor de toda la vida del suelo. Actúa como un pegamento milagroso que une las partículas minerales (arena, limo, arcilla) para formar agregados estables. Un suelo con buena estructura granular, rica en agregados, es un suelo poroso, que respira, que infiltra el agua y que resiste la erosión y la compactación. Un suelo sin materia orgánica es polvo en verano y barro en invierno.
El papel de la M.O. como esponja de agua es, sencillamente, espectacular. En los secanos áridos de España, donde cada gota cuenta, este efecto es vital. Diferentes estudios sobre capacidad de retención hídrica demuestran que un incremento de tan solo un 1% en el contenido de materia orgánica puede aumentar la capacidad de retención de agua del suelo en hasta 20.000 litros adicionales por hectárea. Imagina lo que eso significa: es tener una reserva de agua extra para tus cultivos durante las canículas de julio y agosto, marcando la diferencia entre una cosecha mediocre y una buena.
Los abonos verdes son la vía más rápida y eficiente para aumentar la materia orgánica. Cada ciclo de cubierta vegetal inyecta toneladas de biomasa (raíces y parte aérea) que los microorganismos transforman en humus, la forma estable y valiosa de la materia orgánica. Este proceso no es teórico, es visible y medible en pocos años.
Caso práctico: La transformación de un olivar en Castilla-La Mancha
El programa Cubiwood de la organización agraria UPA documentó la evolución de olivares en Castilla-La Mancha que adoptaron cubiertas vegetales. Partiendo de suelos con un pobre 0,8% de M.O., tras solo 3 años de cubiertas de gramíneas y leguminosas, el nivel de materia orgánica se disparó hasta el 2,1%. Los resultados fueron visibles: la erosión se redujo en un 65%, la velocidad de infiltración de agua pasó de 15 a 45 mm/hora y los agregados del suelo cambiaron de una estructura laminar y compacta a una deseable estructura granular y esponjosa.
Los ‘3 grandes’ de tu suelo: por qué entender el pH, la materia orgánica y la textura es más importante que saber el nivel de fósforo
En la agricultura moderna nos hemos obsesionado con la «química de la fertilización»: nitrógeno, fósforo, potasio (NPK). Recibimos un análisis de suelo y vamos directos a ver si nos falta un micronutriente, ignorando los parámetros que realmente gobiernan todo el sistema. Son los «3 Grandes»: la textura, el pH y la materia orgánica (M.O.). Entender estos tres pilares es como conocer la constitución genética de tu suelo; te da las claves para manejarlo todo lo demás. De nada sirve añadir fósforo si tienes un pH que lo bloquea y lo hace inaccesible para las plantas.
La textura (el porcentaje de arena, limo y arcilla) es el esqueleto de tu suelo. Determina su capacidad para retener agua y nutrientes. Un suelo arenoso drena bien pero retiene poco, mientras que uno arcilloso retiene mucho pero puede compactarse. El pH es el director de orquesta de la química del suelo. Controla la disponibilidad de todos los nutrientes. En muchos suelos de España, con pH alcalino (calizos), nutrientes como el fósforo o el hierro quedan bloqueados, insolubles, aunque estén presentes en grandes cantidades. La materia orgánica, como vimos, es el motor biológico y el pegamento estructural. Corrige los defectos de la textura y amortigua los extremos del pH.
La estrategia de abonos verdes debe partir del análisis de estos tres factores. Un suelo arcilloso, con pH alto y poca M.O. necesita una estrategia triple: raíces de crucíferas para descompactar, especies que acidifiquen ligeramente la rizosfera, y gramíneas para aportar biomasa. La elección de especies puede incluso ayudar a solventar problemas de bloqueo de nutrientes. Por ejemplo, como señalan los expertos del Portal Frutícola, «Las crucíferas, con la acción de sus raíces, hacen asimilable por otras plantas el fósforo presente en el terreno en estado insoluble», un dato de enorme valor para los suelos calizos del interior de España.
| Combinación de Factores | Estrategia Prioritaria | Especies Recomendadas |
|---|---|---|
| Arcilloso + pH>8 + M.O.<1.5% | Descompactar + Acidificar + Biomasa | Colza forrajera + Veza + Centeno |
| Arenoso + pH<6 + M.O.<1% | Estructura + Neutralizar + M.O. rápida | Trébol + Avena + Facelia |
| Franco + pH neutro + M.O.>2% | Mantener equilibrio + Diversificar | Mezcla diversa: leguminosas 40% + gramíneas 40% + crucíferas 20% |
Puntos clave a recordar
- La fertilidad real no viene en un saco, se cultiva alimentando la microbiología del suelo con raíces vivas de abonos verdes.
- Cada problema del suelo (compactación, salinidad, pobreza) tiene una solución específica en forma de mezcla de leguminosas, gramíneas y crucíferas.
- Manejar mal un abono verde (especialmente en secano) puede ser contraproducente; la siega temprana es clave para no comprometer la reserva de agua.
El análisis de suelo como mapa del tesoro: cómo interpretar cada dato para maximizar tus cosechas y regenerar tu tierra
Muchos agricultores ven el análisis de suelo como un coste obligatorio o un documento indescifrable que acaba en un cajón. Es un error de perspectiva garrafal. Un análisis de suelo no es una foto de un problema, es un mapa del tesoro. Cada dato, si se interpreta correctamente, te revela dónde están los bloqueos, cuáles son las carencias reales y, lo más importante, qué acciones regenerativas tendrán el mayor impacto. Es la herramienta de diagnóstico definitiva para el «doctor de suelos».
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Deja de mirar solo los niveles de NPK. Fíjate en la Capacidad de Intercambio Catiónico (CIC). Este valor es como el tamaño del «depósito de nutrientes» de tu suelo. Una CIC baja (<10), típica de suelos arenosos y pobres en M.O., indica que tu suelo no puede retener los nutrientes. Por mucho fertilizante que eches, la mayoría se lavará. La prioridad absoluta aquí es aumentar la materia orgánica con abonos verdes de alta biomasa para agrandar ese depósito. Fíjate también en la relación Carbono/Nitrógeno (C/N). Un ratio bajo (20) indica una descomposición lenta. Jugar con mezclas de leguminosas (bajo C/N) y gramíneas maduras (alto C/N) te permite dirigir la biología de tu suelo.
Un análisis te puede revelar que tienes niveles altísimos de Fósforo (P), pero tu cultivo muestra carencias. Mira el pH. Si es superior a 8, ese fósforo está bloqueado, inaccesible. La solución no es echar más fósforo, sino sembrar abonos verdes como el trigo sarraceno o las crucíferas, cuyos exudados radiculares acidifican la rizosfera y solubilizan ese fósforo, poniéndolo a disposición de la planta. El análisis de suelo, por tanto, te guía para dejar de aplicar «parches» químicos y empezar a solucionar los problemas de raíz.
Plan de acción prioritario según tu análisis de suelo
- Si M.O. <1.5%: Prioridad máxima a siembras de abonos verdes de alta biomasa (ej. mezcla avena-veza 60-40%) para generar «alimento» microbiano.
- Si pH >8 (alcalino): Incluir en la mezcla un mínimo del 30% de especies con efecto acidificante en la rizosfera, como el altramuz (lupino) o la serradela.
- Si CIC <10 meq/100g: Urgente incorporar gramíneas de raíz profunda (centeno, triticale) para aumentar la capacidad del suelo de retener nutrientes.
- Si Fósforo (P) alto pero bloqueado: Sembrar crucíferas (mostaza, nabo forrajero) en la rotación para que sus raíces movilicen y hagan disponible el fósforo existente.
- Si Relación C/N desequilibrada: Si es baja, incorporar gramíneas maduras para estabilizar el humus. Si es alta, usar leguminosas jóvenes para acelerar el ciclado.
Ahora que tienes el mapa y las herramientas, el siguiente paso es ponerlo en práctica. Empieza poco a poco, en una parcela, pero empieza. Observa, mide y verás cómo, campaña tras campaña, tu suelo vuelve a la vida. Obtener un análisis detallado de tu suelo no es un gasto, es la primera y más importante inversión en el futuro de tu explotación.
Preguntas frecuentes sobre el uso de abonos verdes
¿Qué especies usar con solo 45-60 días entre cultivos?
El trigo sarraceno, la facelia y la mostaza blanca son las especies de crecimiento más rápido. En las condiciones mediterráneas, son capaces de alcanzar una biomasa significativa en tan solo 6-8 semanas, convirtiéndolas en la opción ideal para ventanas de siembra muy cortas entre cultivos de renta.
¿Es viable el ‘relay cropping’ con maquinaria española?
Sí, es perfectamente viable y una técnica muy interesante. Se puede sembrar veza o trébol cuando el maíz está en estado V6-V8 (seis a ocho hojas) utilizando una sembradora de chorrillo convencional adaptada. El abono verde crecerá lentamente bajo el maíz y aprovechará la humedad residual tras la cosecha para cubrir el suelo en invierno.
¿Cómo evitar la competencia hídrica en secano?
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La clave es el manejo del tiempo. La estrategia más segura es segar la cubierta vegetal antes del 15 de marzo, cuando aún no ha iniciado su pico de consumo de agua, y dejarla sobre el terreno como ‘mulch’ para conservar la humedad. Alternativamente, se pueden utilizar especies de senescencia temprana, como la cebada, que completan su ciclo y se secan naturalmente antes de que llegue el estrés hídrico estival.